Lecturas 5

[…] Uno participa en la batalla al mantener vivo lo particular en un mundo simplificador y generalizador. No tienes necesidad de escribir para legitimar el comunismo o el capitalismo; estás al margen de ambos. Si eres escritor, no te alías ni con uno ni con otro. Ves diferencias, sí, y, por supuesto, ves que esta mierda es un poco mejor que aquella mierda, o que aquella mierda es mejor que ésta. Tal vez mucho mejor. Pero ves la mierda. No eres un empleado del gobierno. No eres un militante. No eres un creyente. Eres una persona que se enfrenta de una manera muy diferente al mundo y a lo que sucede en el mundo. El militante presenta la fe, una gran creencia que cambiará el mundo, y el artista presenta un producto que no tiene cabida en este mundo, que es inútil. El artista, el escritor serio, introduce en el mundo algo que ni siquiera estaba ahí al comienzo. Cuando Dios hizo todas las cosas en siete días, las aves, los ríos, los seres humanos, no dedicó ni diez minutos a la literatura. «Y entonces existirá la literatura. A algunos les gustará, a algunos les obsesionará y querrán hacerla…» No, no. Él no dijo eso. Si entonces le hubieras preguntado a Dios: «¿Habrá lampistas?», te habría respondido: «Sí, los habrá, porque habrá casas y serán necesarios los lampistas». «¿Habrá médicos?» «Sí, porque la gente enfermará y necesitará médicos que le receten medicinas.» «¿Y literatura?» «¿Literatura? ¿De qué me estás hablando? ¿Para qué sirve eso? ¿Dónde encaja? Por favor, estoy creando un universo, no una universidad. Nada de literatura.»

Philip Roth, Me casé con un comunista (traducción de Jordi Fibla)

Lecturas 3

Gracias a ese cerebro superdesarrollado y siempre activo, el hombre tenía más energía mental de la necesaria para su mera supervivencia animal, y en consecuencia necesitaba canalizar dichas energías, no solo para reunir alimentos o reproducirse sexualmente, sino hacia modos de vida que transformaran esas energías de forma directa y constructiva en formas culturales —es decir, simbólicas— apropiadas. Solo creando válvulas de escape culturales podía el hombre acceder a su propia naturaleza y controlarla y utilizarla plenamente.

Lewis Mumford, «El mito de la máquina»

Lecturas 2

«—¿Qué es lo que define a un hombre? ¿Cuál es la primera pregunta que se le hace a un hombre cuando quieres informarte de su estado? En algunas sociedades le preguntan primero si está casado, si tiene hijos; en las nuestras, se le pregunta en primer lugar su profesión. Lo que define ante todo al hombre occidental es el puesto que ocupa en el proceso de producción, y no su estatuto de reproductor.»

Michel Houellebecq, «El mapa y el territorio»

Lecturas 1

 […] La dificultad, en efecto, no consistía en tener algo en la cabeza, decía, en la cabeza todos tenían las cosas más inmensas y, de hecho, ininterrumpidamente hasta el final de su vida, las cosas más inmensas, sino que la dificultad estaba en llevar esas cosas inmensas de la cabeza al papel. En la cabeza se podía tener todo y, realmente, todos lo tenían todo en la cabeza, pero sobre el papel casi nadie tenía nada, le dijo Konrad al parecer al inspector de construcción, dice Weiser. Mientras que en las cabezas de los hombres había lo más inmenso, decía, en sus papeles sólo había las cosas más lamentables, más ridículas, más deplorables. […]

Thomas Bernhard, «La Calera»