Cataluña versus España; una cuestión de complejos

Cataluña celebra todos los 11 de septiembre su fiesta oficial, rememorando los acontecimientos que tuvieron lugar ese mismo día del año 1714. Veo con perplejidad cómo la fecha de una derrota ha terminado por simbolizar la identidad catalana y cómo, además, esa identidad surge del enfrentamiento entre dos casas reales: los Habsburgo y los Borbón. La historia es mucho más compleja y siempre es más aburrido ser minucioso y honesto, pero la historia tiene también un componente mágico: el presente. En este juego de identidades nacionales, en el que nadie quiere verse reflejado en el otro, la solución del conflicto pasa porque el hermano mayor reconozca la mayoría de edad del hermano pequeño y le trate de igual a igual, o al menos se siente a preguntarle qué le pasa, por qué está tan taciturno últimamente.

España, desde pongamos cien o doscientos años, ha venido sufriendo un complejo de inferioridad que impregna todo lo que acomete, sea esta tarea hablar frente a un comité olímpico o reformular la estructura de su estado. Cuando Ana Botella equivoca la sintaxis de su inglés de colegio de monjas le está dando la razón a los que piensan que para gobernar una nación es absolutamente necesario hablar en inglés. Yo no lo creo, el problema aquí no es un problema de formación. Me pregunto por qué los franceses piensan siempre que todo el mundo les comprende cuando hablan en francés, o los japoneses cuando lo hacen en su lengua materna, o los alemanes cuando hacen lo propio en la lengua de Goethe. La diferencia entre un español, un francés, un alemán y un japonés (esto parece un chiste) es que el primero siente frente al resto que es menos, el primero se avergüenza un poco de su propia lengua y decide ponerse a estudiar inglés. Resulta que el español es la segunda lengua más importante del mundo y tenemos que dar un discurso en un inglés casposo de colegio de pago. ¿Es el francés más importante que el español? ¿Tiene el francés más hablantes que el español? ¿Y el alemán? ¿Acaso el japonés? Somos un país lleno de complejos. Frente al comité Olímpico los japoneses presentaron su candidatura en perfecto japonés.

Así, también España se siente minusvalorada cuando a alguna de sus autonomías le dan aires de grandeza y pretende equipararse al corpus de una nación. España no debería sentirse menos española sin Cataluña. Tampoco Cataluña debería sentirse menos catalana por incluirse dentro de un Estado geográfico mayor. En ambos casos opera el infranqueable miedo de los complejos, para España de inferioridad, para Cataluña de superioridad. Mirad cómo el catalán se siente orgulloso de su lengua y el castellanohablante se acompleja frente a la vieja Europa o frente al mundo. Ni España es tan pequeña ni Cataluña tan grande. El primer enemigo del Estado es él mismo y así lo han entendido siempre los grandes estadistas, desde Marco Aurelio hasta Churchill.

Volviendo al principio de este post, y siendo (esta vez sí) minuciosos y honestos, deberíamos releer la historia no para comprender el presente, sino para solaz de nuestro propio asombro. Este es un extracto del bando que se hizo circular por las calles de Barcelona aquel día de aquel año mientras las tropas proborbónicas asediaban la Barcelona de Rafael Casanova:

Se hace saber a todos generalmente, de parte de los tres Excelentísimos Comunes, considerando el parecer de los Señores de la Junta de Gobierno, personas asociadas, nobles, ciudadanos y oficiales de guerra, que separadamente están impidiendo que los enemigos se internen en la ciudad; atendiendo que la deplorable infelicidad de esta ciudad, en la que hoy reside la libertad de todo el Principado y de toda España, está expuesta al último extremo de someterse a una entera esclavitud. […]. Se hace también saber, que siendo la esclavitud cierta y forzosa, en obligación de sus cargos, explican, declaran y protestan los presentes, y dan testimonio a las generaciones venideras, de que han ejecutado las últimas exhortaciones y esfuerzos, quejándose de todos los males, ruinas y desolaciones que sobrevengan a nuestra común y afligida Patria, y extermine todos los honores y privilegios, quedando esclavos con los demás españoles engañados y todos en esclavitud del dominio francés; pero así y todo se confía, que todos como verdaderos hijos de la Patria, amantes de la libertad, acudirán a los lugares señalados, a fin de derramar gloriosamente su sangre y su vida por su Rey, por su honor, por la Patria y por la libertad de toda España.

Cospedal, mon amour

Maria Dolores de Cospedal tiene en la mirada la duplicidad del ave nocturna, atrapada en la noche y al tiempo ávida de alcanzar alguna presa; tal podría ser la explicación de sus comparecencias, todas similares en desconcierto y aplomo. Las discotecas han hecho mucho daño a la clase política, algunos y algunas aún piensan que el aparato político se debe dirigir con la misma tersura y tensión con la que uno iba a ligar a las discos en aquellos años impúdicos.

Con la melena en ordenada caída y la sonrisa maliciosa de niña inocente, Cospedal dirige las ruedas de prensa como un director de orquesta que obviara la partitura para interpretar su propia obra, mientras los músicos se miran entre sí y no saben si asisten a una genialidad o a una gigantesca tomadura de pelo, no saben si tratar de seguir el adagio improvisado o dejar el instrumento en el suelo y salir corriendo, lo mismo pasaba con las performances de Joseph Beuys pero al menos uno sabía lo que más o menos iba a encontrarse.

Ayer, la secretaria general del Partido que gobierna este país, dijo —entre otras cosas— que ya había dicho todo lo que tenía que decir en relación al caso Bárcenas. La verdad es que se agradece que, frente a la monotonía de los días iguales que nos estaba dejando agosto y la corrupción, alguien trate al menos de soslayar la realidad para darnos un respiro a la vuelta de las vacaciones; los regresos son muy duros, la memoria no deja respiro.

Cospedal acata la estrategia del partido, que consiste en desplazar el debate, construir una realidad distinta o deformar los hechos para evitar responsabilidades. Así, ayer anunciaba la presidenta de Castilla La Mancha que los datos que hoy aparecerían en prensa en relación al número de parados serían muy optimistas; frente al tormento del caso Bárcenas, la secretaria general se agarraba a la previsible mejora en el desempleo; y así ha sido, las cifras de paro nos dibujan el mejor agosto desde el año 2000, mientras que el número de parados se ha convertido en una cifra tan intolerable que la acabamos por admitir como normal. Tener 31 parados menos parece ser un logro titánico. No es de extrañar que el Partido popular trate de defender la idea de que treinta y uno es más que cuatro millones y medio. La cifra exacta es esta: 4.698.783.

Es falso que el periodismo trabaje con la verdad, debería trabajar con la asepsia de los hechos, los hechos no admiten versión alguna, los hechos no admiten interpretación y es el hombre el que pone con su mirada la maldad o la bondad en los acontecimientos. Así, Cospedal ha dejado bien claro que ella no ha mentido en el caso Bárcenas y que ella no tiene nada más que decir, como si la verdad fuera algo ajena a ella y saliera así, santamente, por su boca. No lo es, la verdad es una interpretación más de los hechos, pero nunca una categoría absoluta. Mientras Cospedal y (por extensión) toda la cúpula del Partido Popular, siga negando los hechos y vistiendo la verdad con el oropel de sus intereses, la realidad de este país será una realidad distorsionada, algo que sucede como en otra dimensión.